miércoles, 10 de diciembre de 2008

aparejando (5)

A veces no sabes cómo encarar algunas cosas que quieres decir. Imaginas un montón de primeras frases que no te convencen. La idea es la siguiente, para resumir: me gustan las fisuras.
En restauración uno se acostumbra a convivir con ellas. A mí siempre me han resultado simpáticas. Una grieta de lado a lado de un muro es una herida profunda que hay que coser. Y se cose. Pero las fisuras son otra cosa.
Al pensar en ellas me vienen a la cabeza imágenes que no tienen nada que ver con la construcción. Pienso en las arrugas de una cara, en el gastado de un pantalón vaquero, pienso en los pliegues del cuero en unos zapatos...básicamente pienso en el paso del tiempo, en la comodidad, en el acomodarse.
Desde que estaba en la facultad, al estudiar las estructuras, siempre entendí los edificios como cuerpos vivos, que una vez ejecutados y dejados al uso que se les haya otorgado y que ellos nunca eligieron, se ven como alguien a quien se le pone un traje nuevo, que no tiene porqué gustarle, que quizás le viene pequeño, o que simplemente no está bien acabado. En ese momento es sencillo imaginar que cualquiera moveríamos hombros, piernas y torso para intentar ajustarnos, acomodarnos al envoltorio. Los edificios hacen lo mismo. Y en ese movimiento inicial generalmente suelen aparecer fisuras, señales de malestar y de queja. Pero con el paso del tiempo, la climatología, lluvias, torrentes, cambios en el subsuelo, el edificio se sigue amoldando, poquito a poquito, milimétricamente. Y lo que a mí más me emociona es cuando encuentro uno que lo hace con dignidad. Que consigue que las fisuras le queden bien.
Esas nuevas situaciones, el paso de tiempo y de lo que nos rodea, las nuevas circunstancias, todas las decisiones que tomamos, nos marcan físicamente. Debemos movernos. Torso, extremidades. Para reubicarnos. No sonreiremos igual siempre. Nuestra cara también modifica sus gestos.
Pero creo que lo importante es precisamente aceptar, tanto en nuestras vidas como en la de los edificios, ese transcurrir del tiempo. Y sobre todo que los ojos sigan teniendo brillo.

1 comentario:

Emili Manrique dijo...

Brillante Carlos, brillante!

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