miércoles, 13 de mayo de 2009

el placer del viaje

Como ya comenté en mi primer post, me encanta el tren.
De hecho, lo que me encanta es viajar. Y el tren es posiblemente el medio que mejor plasma la sensación de desplazarse, de atravesar paisajes.
Siempre siento emoción al iniciar un viaje. Da igual si ese viaje es corto o largo, si me llevará cerca o lejos. Da igual lo que me encuentre durante el camino. Es más, esa emoción viene precisamente del desconocimiento absoluto de lo que empezará a acontecer poco tiempo después de ese inicio.
Pero lo que realmente hace que valga la pena es dejarse llevar.
Completamente.
Utilizar el instinto para moverse, para intercambiar con aquéllos que encuentres cerca. Y éstos contigo. Gestos, sonrisas, miradas, observando y absorbiendo.
No habéis sentido alguna vez como si no os importará el destino? Como si el viaje hubiera llenado tanto tu alma que el destino perdía valor. El viaje, su duración, su emoción es lo realmente increíble. Llegar, si se llega, es la guinda del pastel.
Nada más.
Si el viaje ha sido hermoso y el destino una decepción, éste nunca podrá borrar el sabor dulce en la boca. Sin embargo, si el viaje ha sido áspero, bronco, aburrido...por más paraíso que haya al final, éste sólo podrá ofrecer un simple instante de ensoñación.

Este año he viajado como creo que nunca lo he hecho.
He viajado con ellos. Queda poco más de media hora para empezar a llegar.
No sé cuál será el destino.
Y me da igual.
Gràcies.
Visca el Barça!

1 comentario:

Eduard Conti dijo...

Londres, París... Roma? Que et guardin el lloc de sempre al teu bar talismà, i recorda que l'hora dels herois comença quan acaba l'hora dels covards i dels escèptics.

"Nec spe, nec metu" (sense esperança, sense por): la última frase que podia llegir un gladiador abans de sortir a l'arena del Coliseu de Roma.

Som els millors, venim d'un camí molt llarg i volem tocar les estrelles.

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