viernes, 4 de junio de 2010

aparejando (20). ejemplos de gestión

El jefe de obra revisa el plano de cerrajería. Debe contratar cerrajero porque en la obra hay unos revestimientos de muros que hacer en acero, una barandilla en acero, unas embocaduras de huecos en acero, una puerta cancela en acero y varios muebles en acero. Todo oxidado. Cortén.
El jefe de obra confía en un cerrajero con quien ha trabajado en otras ocasiones, pero la empresa exige presentar presupuestos de más de un industrial y elaborar un estudio comparativo. Este estudio deberá contemplar no solamente el precio total, sino todos y cada uno de los precios unitarios, el plazo en que cada industrial se compromete a ejecutar los trabajos y la forma de pago que está dispuesto a aceptar.
El jefe de obra sabe con quién quiere trabajar, porque confía en el cerrajero con quien colabora normalmente, que tiene un pequeño taller del que parece mentira que salgan piezas de interiorismo de una factura tan buena y tan fina. Pero sabe varias cosas más: que el cerrajero del pequeño taller no le va a pasar un presupuesto ordenado, y que la forma de pago con la que normalmente trabaja el jefe de obra quizás no la pueda asumir. Sabe que va a tener que perseguir al cerrajero del pequeño taller porque tiene mucho trabajo, y sabe que tendrá que llamarlo varias veces para que cumpla con los plazos. Pero confía en él porque sabe cómo trabaja. Sin embargo debe presentar el comparativo a su jefe, en el que otros cerrajeros de talleres similares o más grandes querrán llevarse la obra. Bajarán precios hasta niveles muy tentadores y asumirán plazos ajustados y formas de pago abusivas.
El jefe de obra sabe todo esto, y si no le importara la calidad del acabado final de los trabajos la elección sería mucho más sencilla. Pero sabe que deberá convencer a su jefe para que acepte a alguien que quizás sea algo más caro, que quizás no se comprometa a nivel contractual en determinados plazos, con el que quizás haya que hacer alguna concesión a nivel de forma de pago...en definitiva, convencerlo para que acepte a alguien en función del pálpito y la confianza del jefe de obra. Y éste sabe que lo convencerá, pero que entonces recaerá sobre él la responsabilidad del trabajo final. Y de su coste.
Entonces el jefe de obra elige. Y empieza a trabajar con el cerrajero del pequeño taller. Lo lleva a una reunión de obra para presentarlo a la Arquitecta y al Aparejador. Hablan sobre cerrajería, sobre los detalles de cada elemento. Pasan las semanas y se presentan muestras de acabados que se descartan o se aceptan. Se siguen afinando en cada detalle: tipo de acero, cortén, qué grosor, 1cm, es demasiado, pesará mucho, mejor lo hacemos con DM y chapa de 1,5mm de acero normal, normal???? sí normal, yo la hago oxidar con ácido y quedará bien, quedará bien (muestras)(se aceptan), grados de pulido, de oxidación, herrajes, mecanismos de anclaje, juntas, tornillería sí, tornillería no, mejor no, mejor sin tornillos vistos, diseño de entrecalles, replanteo de juntas, nuevos planos, mediciones en obra, comprobaciones de plomo en muros, más muestras de nuevos elementos, ahora la cancela, con o sin metacrilato, mejor sin, no mejor con, si definitivamente mejor con, así creamos una lámpara con la luz que queremos instalar en la puerta, ponemos cerradura? no, lo más limpio posible, pero entonces la seguridad...vale, una cerradura muy simple, un agujero...y como la Arquitecta está satisfecha con el cerrajero del pequeño taller empieza a pensar en nuevos elementos que en proyecto estaban definidos con otros materiales, y los diseña de nuevo en acero. Y el jefe de obra está contento porque ve que esto funciona.
Pero está lloviendo mucho. Y las chapas de acero oxidan mal. Muy mal. El clima no es seco y esto va fatal. Lento. Desesperante. Pero cuándo va a hacer tres días seguidos de sol??? El cerrajero se excusa. No es culpa mía, no puedo controlar el tiempo...Sí, ya sé, vamos a esperar. Pero el cerrajero del pequeño taller ha ido acumulando demasiado volumen de trabajo. Y en el taller son seis operarios contando con él. La previsión era ir sacando faena pero el clima no les deja. Y el plazo de entrega de la obra se acerca. Y detrás de los trabajos del cerrajero del pequeño taller vendrán otros de pladur, carpintería, pintura y finalmente limpieza.
El jefe de obra piensa en estas cosas normalmente unos tres o cuatro segundos antes de quedarse dormido. No todas las noches por suerte... Y hay que apretar el ritmo. Ya hace sol. Por fin.
Pero el cerrajero del pequeño taller no puede poner más gente. Y hacen lo que pueden. La barandilla pesa mucho y están tardando más de la cuenta en montarla. El jefe de obra y el encargado de obra piensan que no es una buena solución de proyecto. Esa barandilla es demasiado pesada, y genera peso en el espacio donde se monta. Además cuesta mucho. Demasiado.
El jefe de obra piensa que no llegarán a tiempo. Es imposible. Heroicidades las justas. Y traslada primero a su jefe y luego a la Propiedad estas consideraciones.
Habrá retraso.
Para la Propiedad supondrá una demora en la mudanza, pero no le da demasiada importancia. Están contentos de cómo está quedando. Y el jefe de obra se relaja un poco porque sabe que esta actitud por parte del cliente no es lo habitual. Lo sabe muy bien.
Y para el jefe de obra, y para su jefe, supondrá un mes más (mínimo) de gastos generales. Es decir, algo menos de margen.
Paralelamente siguen surgiendo dificultades en obra. El cerrajero del pequeño taller empieza a estar cansado. Demasiado volumen. Lo sabe él y lo sabe el jefe de obra. No volverá a ocurrir. Ni uno aceptará tanto trabajo ni el otro se lo volverá a ofrecer. No es algo que hablen, pero los dos lo saben.
Hay que terminar como sea y entonces el cerrajero del pequeño taller empieza a hacer las cosas menos finas y menos perfectas de lo que en él es habitual. La presión, ya se sabe...
Y ya ha pasado tres facturas que han sido revisadas y aceptadas por el jefe de obra, pero hay que liquidar. Hay que acabar...porque luego viene el pladur, carpintería, pintura y limpieza...y muebles de oficina y los ordenadores y los paneles retroiluminados y las sillas de trabajo que si se ponen ahora se pueden llenar de polvo...

Aún seguimos aquí. El jefe de obra y el cerrajero del pequeño taller. Yo en mi despacho y él y su gente en el piso de abajo. Sólo los que hemos estado aquí durante todo el proceso sabemos cómo se han hecho las cosas. Y lo que han costado: sudor, angustia, gritos, sustos, correcciones, pocas sonrisas...
Sé que va a quedar bien. Lo sé. La gente de la Propiedad que ha entrado a visitar la obra está entusiasmada. Yo aún no puedo estarlo. No me sale.
Pero cuando esté todo acabado sonreiré...y alomejor alguna lagrimita también cae. La tensión, ya se sabe...

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