viernes, 18 de marzo de 2011

tonidoseando

No conozco sus nombres...aún. Pero no debería ser difícil inventarles unos.
Mariposean alrededor del piano, conscientes de estar en su casa, mirando quién sostiene el micro en cada momento, detectando las caras nuevas de cada noche. Arrimándose poco a poco junto al pianista para acercarse a su nuca pidiendo turno y susurrando un tema. Pianistas hay tres, y se turnan mientras suena La Mer, código interno, pero todos hacen el mismo gesto. Un leve giro de cuello, un ligero volteo de cabeza dejándola caer hacia atrás lo suficiente para dar a entender que está atendiendo sin dejar de tocar ni un segundo, y una sonrisa casi imperceptible que confirma que sí, que no se preocupen, que luego cantan ellos.
Es como un carrousel de habitués enfundados en sus mejores trajes, dignidades de sesenta para arriba, que miran de frente y a los ojos con la seguridad de haber pisado esas alfombras durante noches y noches a lo largo de años y años, tarareando boleros y tangos, acompañando bossanovas, haciendo segundas voces en rancheras o lanzándose a cantar su pasodoble. Voces naturales, voces impostadas. Se les ve sueltos al deslizarse y guiñar ojos, con vaso bajo y mucho hielo, pero no me lo mezcles con refresco que aún me gusta puro, sólo. Poco a poco el local se llena de otras generaciones, de otras tribús que empiezan a rodearlos y a unirse a los coros. Algunos curiosos, otros inquisidores, los más admirando el desfile de moquetas, alfileres de corbatas, laca, bisutería tintineando con sonrisas abiertas de par en par, todo con mucha madera oscura y capitoné. Soledad y compañía. Música. Hombres acompañados o solos, hombres buscando, mujeres esperando o escampando moscones, hombres amantes, mujeres amantes, mujeres solas, divas y divinas, donjuanes, pasados de vueltas, chulapos, castafiores, y tintines y haddocks, cruces de miradas, y de sonrisas, empalagosos, pelmazos, pero siempre nos salva la música, cuál es esta, oooooh cómo me gusta, idas y venidas, circulaciones marcadas, y finalmente un sofá, una mesita, un camarero también enmoquetado que te sirve tu gintonic ahí mismo, y unos amigos, unas charlas, unas risas, unos cantos, unas miradas, una mano en un bolsillo, y teorías varias. Más risas, y sin darnos cuenta, altas horas. La parroquía vuelve a incrementarse. A medida que avanza la noche es más variopinta. Y La Mer encore, y otro pianista.
¿No estamos todos, en el fondo, un poco solos..? Seguramente radica ahí la magia y la complicidad que se siente con la fauna del Toni2.

No hay comentarios:

site meter