lunes, 13 de junio de 2011

aparejando (34). ejemplos de gestión (2)

Cualquiera que haya trabajado en rehabilitación de edificios o en restauración de patrimonio lo sabe.
Cualquiera que haya trabajado en edificación lo sabe.
Cualquiera que se haya hecho una casa lo sabe.
Cualquiera que haya hecho una reforma lo sabe.
Cualquiera lo sabe, en realidad.
Y después de años de estudios y años de experiencia el jefe de obra no es más listo que cualquiera. Simplemente tiene datos, datos que confirman lo que cualquiera sabe. La diferencia es que cualquiera lo sabe por una experiencia pequeña, o grande, y el jefe de obra lo sabe cada vez que se enfrenta a una programación de trabajos. Básicamente el jefe de obra tiene muchos más datos.
La programación de los trabajos es simplemente una herramienta de trabajo. Nada más. Y si uno se empecina en verla como la Biblia le saldrán canas antes. Y al jefe de obra ya le salen canas.
Esta obra a la que se enfrenta es sencilla, pocas unidades o partidas de obra y mucha medición. Básicamente se trata de coordinar los equipos, que irán solapando ligeramente sus trabajos.
Primero demoleremos la pavimentación existente.
Seguidamente prepararemos el soporte, la base, después de limpiar y nivelar.
Más tarde colocaremos un geotextil y la impermeabilización (para no entrar en detalles...).
Haremos la prueba de estanqueidad (llenar como una piscina y comprobar que no filtra agua).
Y colocaremos el pavimento nuevo. Baldosas de 40x40 de china lavada, nada espectacular. Todo muy práctico y de comunidad de vecinos, que ya habrá tiempo de enganchar otro monasterio...
Sencillo.
O no.
Porque justo antes de impermeabilizar, como cuando vas a hormigonar una cimentación de un edificio, se cumple de manera inexorable la amenaza de que lloverá.
Y llueve. Y la losa se moja. Se moja mucho. Porque cuando uno no necesita que llueve suele llover mucho. De cagarse. De cagarse en todo. Pero el jefe de obra ha aprendido a tener paciencia y lo asume como algo normal. Ya se secará, ya pasará, tenemos margen en la planificación.
Y decide encarar otros trabajos, dividir el equipo.
Unos días más tarde, ya con unos setecientos metros cuadrados impermeabilizados, se encara la prueba de estanqueidad. Se tapan los sumideros, se da al agua y a esperar. Se va llenando, poco a poco. Milímetro a milímetro. Centímetro a centímetro.
Y vuelve a llover. Más que el otro día. Mucho más. De la hostia, da miedo estar en la caseta de obra, el ruido es ensordecedor, rayos y truenos!
Y no queda otra que destapar los sumideros y dejar que el agua baje por los colectores, vaciar la prueba de estanqueidad. Porque íbamos a inundar todo...
No hay problema, seguimos teniendo algo de margen dentro de la planificación. Menos, pero aún quedan unos días que el jefe de obra ha previsto, precisamente, para imprevistos.
El jueves pasado logran dejar todo el patio lleno de agua. El viernes revisa el sótano y no se observa ni una sola fuga. Todo va bien. Pero deciden dejar pasar el fin de semana con los setecientos metros cuadrados llenos de agua. Para asegurar.
Hoy lunes había dos fugas. Justos en los sumideros.
Menos mal que están localizadas y no cuesta mucho de reparar.
Hoy también entran los soladores a pavimentar, a colocar esas maravillosas piezas de 40x40 que todo el mundo querría tener en su casa.
El encargado les tira los niveles, con las pendientes adecuadas, y empiezan a pavimentar.
Qué rápidos son, que coordinación.
Qué precisión, todas las juntas alineadas, todas las esquinas a nivel. Ni una sola ceja.
Es como una coreografía.
Y el jefe de obra observa el trabajo con los brazos cruzados (como debe ser) y se siente satisfecho.
Al fin hemos recuperado el tiempo perdido.
Pero al cabo de un rato vuelve al tajo y observa no sin preocupación que los soladores van efectivamente muy rápido.
Quizás hasta demasiado rápido.
Más rápido que la impermeabilización, sobre todo porque necesitamos reparar los puntos de los sumideros que filtran, y en pocos días incluso más rápido que la demolición.
No puede ser.
Siempre es así.
El jefe de obra intentará de nuevo reorganizar los trabajos, coger la planificación de obra y darle otra vuelta.
Ya no quedan días de margen, empieza a ser todo camino crítico.
Y mucho sospecha que las sorpresas no han terminado.
Un accidente de un camión, fiestas regionales que cierran fábricas justo el día que necesitas que carguen el camión, papeles y documentación de seguridad y salud que no llega, algún error de ejecución, de supervisión, de planificación, el cliente que decide cambiar el curso de la obra porque en la junta de vecinos se ha decidido que ahora blablabla.
Qué será lo próximo?

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