lunes, 30 de julio de 2012

el punto de no retorno

Hay un punto de no retorno que me inquieta, que me atrae y atemoriza a partes iguales.
Por ahora...

Creo que mi generación fantasea demasiado a menudo con los conflictos.
Hemos ido madurando la idea de que no hemos luchado realmente por nada en nuestras vidas más allá de nuestro propio bienestar y futuro. Y cuando empiezan a fallar uno y otro creemos que podemos hacer la revolución. Porque toca, porque nos toca. Y no digo yo que no...pero me inquieta.
Porque no tenemos ni la más puñetera idea de lo que es un conflicto de verdad.
Y yo el primero.
Más allá de las peleas de discoteca durante los años de macarreo de quien los haya tenido, no nos hemos expuesto demasiado al dolor. Y el deporte no vale...no cuenta...
Para que una generación entera se haya pasado más de 40 y 50 años sin abrir la boca para explicar lo que pasó en el último conflicto que se tuvo por aquí debe ser porque es algo heavy.
Y da igual si hemos visto Salvar al soldado Ryan, o La delgada línea roja. Da igual la calidad de imagen y sonido. No tenemos ni la más puñetera idea de lo que revienta dentro de uno...

De verdad que me atemoriza, pero también me atrae la idea misma del conflicto. De que algo estalle.
Yo creo que me atrae por la ausencia de seguridad que generaría a determinados personajes de este país.

Hace unos diez años, en Buenos Aires, un grupo de personas esperó en la puerta de su casa a que saliera Alfonsín. Por la mañana. El hombre debió tomar mate o café con leche como cada día. Quizás una tostada con dulce de leche, o con queso para untar, o unas medialunas compradas en el barrio. Habría leído los diarios temprano y quizás le cruzara algún pensamiento del tipo "cómo carajo hemos podido hacerlo tan mal..." Y al salir con el coche, conducido por su chófer, se encontraron el camino cortado por un grupo de personas que lo estaba esperando. Hacía algunas semanas que había comenzado el corralito instaurado por Domingo Cavallo, la gente no podía (literalmente no-podía) sacar su dinero del banco. Y empezaron los saqueos a los supermercados, y los cartoneros invadieron las calles. Y comenzaron los secuestros express entre vecinos (y no exagero) por un rescate de 300 pesos.
Y probablemente entre ese grupo hubo gente que había admirado a Alfonsión, que lo votó o simplemente que lo respetó.
Y le agredieron.
A mí al leer la noticia me pareció que se habían pasado cuatro pueblos. Me pareció que nada justificaba esa acción.
¿nada?
Ahora ya no lo sé.
Ahora confieso que no soy capaz de condenar el acto.

Y eso me inquieta.

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