domingo, 24 de mayo de 2009

artículos leídos en domingo (2)

Hoy leo en El País dos artículos muy interesantes:

1. Prostitución, una esclavitud no tan invisiblede Milagros Pérez Oliva desde su tribuna El Defensor del Lector.
2. La batalla de El Ruedo, que escribe Daniel Borasteros en el suplemente autonómico Madrid.

2. Este artículo tiene su gracia. Hace tres años que vivo en Madrid, y al poco de instalarme, en una visita de Emili (colega) descubrí gracias a él el edificio de Sáenz de Oiza en la M-30. Estuvimos una mañana haciendo fotos por ahí. Me impresionó esa mole de fábrica de ladrillo tan imponente y sin embargo -y gracias a la cadencia y dimensión de sus ventanas- tan armoniosa. Se le conoce como El Ruedo, y está en Moratalaz.
Pues bien, el alcade de Madrid, el siempre activo y entusiasta Alberto Ruiz Gallardón, proyecta construir una pasarela que, atravesando la M-30, conecte Moratalaz y Retiro. Parece que a unos cientos de metros hay manera de atravesar ese río automovilístico que es lo que ahora debemos llamar Calle30 por la calle Vinateros. No lo sabía, pero bueno. El temita es que dicho proyecto no ha hecho ni puta gracia a uno y otro lado del río asfáltico. Aunque el conflicto no es nuevo, y tiene su origen no en Madrid sino desde que el mundo es mundo, es muy gracioso como el alcalde se ha metido en un lío interesante. Y es muy gracioso leer las manifestaciones desde Retiro y desde Moratalaz.
En resumen, la cosa va de pijos y, como comienza el artículo, "Los chicos de El Ruedo", que "son famosos" y "han salido en la tele cantando flamenco, haciendo sonar los motores de sus coches tuneados".
Desde Retiro no les mola mucho la idea de "que los individuos del otro lado de la frontera tengan acceso a sus jardines "para vender drogas"".
Desde El Ruedo tampoco les entusiasma la pasarela de marras, no vaya a ser que "nuestros niños se vuelvan tan tontos como los suyos".
Así que el barrio pijo tiene miedo que los flamenquitos vayan allí a vender drogas (porque todo el mundo sabe que los pijos no consumen drogas), y los flamenquitos no quieren que sus hijos se vuelvan pijos.
¿No tiene su gracia?
Así que ya tenemos el lío montado. Y todo por....oh, sorpresa! un centro comercial justo al lado del edificio, donde habrá que llevar a los pijos a comprar. Vaya tela! Otra vez la arquitectura, o el urbanismo, o la política, generando problemas en lugar de solucionarlos.




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