martes, 24 de mayo de 2011

indignándose (6)

Qué vulnerable a los comentarios a veces. Qué veleta estoy. El sábado por la tarde participé para mi sorpresa (uno a veces sale de casa con la sonrisa puesta y no sabe lo que le espera a la vuelta de la esquina) en un pequeño debate improvisado con Pedro y algunos más, filmado por Canal+Francia, en el que estaba convencido de que las concentraciones no debían detenerse al día siguiente.
El domingo por la tarde volví a pasear por Sol, y digo pasear porque confieso que me cuesta participar. Llamadle pasividad, llamadle observación. Pero estuve escuchando una de las asambleas y me dio la sensación de que nos estábamos repitiendo. Tenía la sensación de haber escuchado ya esas reclamaciones, e incluso asistí a algunas que subían el tono. Pensé que sería triste que no supiéramos cuándo debía terminar la acampada y cuándo debíamos trasladarla a otros ámbitos. Y creí que aquél debía ser el momento. No me gustó porque coincidía con el final de las elecciones y seguía creyendo que son dos cosas que no debían ligarse.
Pero ayer volví a acercarme.
Sol estaba tranquilo, lleno de gente pero no a rebosar. Los turistas y curiosos (entre los que seguramente me encuentro) habían desaparecido prácticamente por completo. La calle estaba liberada, los autobuses y taxis circulaban. Y allí estaban los que hacían funcionar la sala de máquinas. Se debatía, se construían sillas y mesas, se repartía agua y zumos, se llamaba a los de infraestructuras porque un toldo se había medio caído, se limpiaba continuamente, zonas de trabajo, latas, se preparaba la cena, se redactaban nuevos acuerdos adoptados en asambleas, se llamaba a la participación en Jacinto Benavente, y entendí que aquéllo no paraba, que se seguía trabajando, afinando, puliendo.
Y volví a pensar que esto debía continuar durante esta semana. Más aún cuando gracias a Gaby compruebo que hay más gente que ha visto lo mismo que yo.

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