viernes, 24 de junio de 2011

tienes razón, Alex

Alex me reclama que no sale nunca en el blog. Que si Emili, que si Andreu, que si Andrea, que si Paloma, que si Gaby, que si Gilles, que si....
Que sí, que sí, que son todos muy simpáticos, pero qué pasa con la banda de BUP!!!

Hace casi dos años Alex se casaba con Anna. Hoy son ya tres. Marc llegó hace más de seis meses y aún no lo conozco porque hace casi el mismo tiempo que no voy a Barcelona. De modo que primero voy a resolver la deuda con Alex y después resolveré ir a ver a mi gente y conocer al peque.
Esta nota la escribí porque me tocó leer en su boda. Y va dedicada a Alex, a Fredy, a Santi, a Iván, a Abraham, a Sandra, a Dani, a Sergio y a much@s más que compartieron conmigo aquellos años. A ellos y a todos y cada uno de los lugares que con nuestra sola presencia convertimos en míticos:

"Buenas tardes a todos.
No sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero siempre he tenido la impresión de que existe un momento en la vida en que dentro del cerebro sientes un CLICK. Esta impresión, obviamente, no es un descubrimiento mío y aunque he comenzado diciendo no saber si estaríais de acuerdo conmigo, estoy seguro de que sí.
Realmente lo que uno siente con ese CLICK es simplemente HABER SOBREVIVIDO A ALGO.
Conozco a Alex desde hace muchísimos años. Juntos iniciamos esa enfermedad que llamamos adolescencia. Juntos compartíamos muchísimas aventuras dentro de un grupo de amigos en el que todos luchábamos por tener un rol, un papel protagonista. Yo siempre tuve problemas para detectar el mío, no sabía si debía ser el gracioso, el ligón, el amigo del ligón, el atrevido…, y pensaba que todos tenían el suyo muy claro. Alex sí lo tenía claro, y el resto también. Era el ligoncete.
Fue una época muy divertida, muy reveladora, llena de descubrimientos, de PRIMERAS VECES, y también de imprudencias y alguna que otra locura peligrosa.
Más tarde, superada la enfermedad y con la sensación de haber sobrevivido, se homogeneiza todo. La vida se encarga de ello. Pero nosotros tenemos la obligación de seguir sonriendo.
Porque la universidad, o los primeros trabajos, las primeras relaciones serias, o los primeros pisos compartidos, las separaciones, luego los trabajos consolidados, alguna que otra boda, hijo, etc hacen que la vida vaya incluyendo en nuestra cotidianeidad una serie de responsabilidades que nos exigen, y que nos asfixian a veces. Evitan que nos veamos con la misma frecuencia que nos veíamos antes, y en definitiva, intentan distanciarnos.
Pero esa época de enfermedad, la adolescencia, es donde se forjan las amistades más intensas. Y esas amistades son las que perduran sin necesidad de llamarse todos los días. Uno, simplemente, sabe que el otro está ahí.
Ya no es necesario, efectivamente, llamarse todos los días…
No es necesario.
Pero sí es cierto que se agradece que alguien llame.
De vez en cuando.

Y Alex siempre llama.

Alex siempre ha llamado. Y lo lleva haciendo desde hace ya más de veinte años.
No es un chico que profundice demasiado en sus conversaciones, nunca le ha interesado, pero cuando una frase como “qué haces cabrón que nunca llamas” se oye al otro lado del teléfono, rápidamente eres transportado a la Plaça de Nord, a la cancha de bàsquet, al Quim, al Bodeguín, o a Fibra Óptica, o incluso al Bóveda y mil lugares más. Aunque ese día los problemas te coman, aunque uno se encuentre al borde de un ataque de nervios, esa frase te hace viajar en el tiempo.
Y cuando uno lo piensa seriamente, son estos detalles los que nos reconcilian con la vida.
Y sobretodo, con la amistad.

Yo hoy estoy muy orgulloso de estar aquí, en un momento tan importante para Alex. Pero lo estoy aún más al mirar a Anna y ver que una mujer tan dulce iniciará esta nueva aventura con él.
Os envío un beso muy fuerte a los dos, un beso lleno de buenos deseos!
Buenas tardes."

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