domingo, 28 de octubre de 2012

emigrar o vivir en el extranjero

Emigrar es una cosa.
Y vivir un tiempo en el extranjero otra muy diferente.

Leo desde hace tiempo ya un montón de noticias y reportajes sobre emigración, sobre la fuga de cerebros, los talentos que se van, los jóvenes que deben buscar trabajo en otros países, y no puedo evitar pensar que no todo puede meterse en el mismo saco.

Porque una cosa es encontrarse con cuarenta o cincuenta años y la sensación de que todo para lo que trabajaste no te sirvió para demasiado porque con mujer e hijos debes reinventar tu vida, asumir que ya no volverás a trabajar en aquéllo que te fue formando profesionalmente durante 15, 20, 30 años y que hay que tomar una decisión tan traumática como dejar a tu familia y actuar de avanzadilla, a ver cómo está la situación en otro país, vivir lejos de ellos, rodeado de extraños, compartiendo piso a una edad donde deberías estar haciendo bricolage en el garage...
Y otra cosa muy diferente es tener entre 20 y 25 años, lo alargo hasta los 30 o 35 años, tener nociones de inglés, las del cole, y viajar para trabajar fuera de tu país.
Este segundo escenario debería ser algo normal en un país que pretende tener profesionales bien formados, no sólo académicamente sino también en el desempeño de un oficio. Y en países como Francia o Alemania lo es. Pero en España parece que nos cuesta. Nos cuesta que nuestros hijos se vayan y nos cuesta irnos. Seguimos viviéndolo como algo dramático, cuando debería ser un paso indispensable para el desarrollo de cualquier ser humano.
Un francés o un alemán salido de la universidad no tiene mejor formación que un español, sin embargo cuando pasan dos o tres añitos, están a años luz profesionalmente hablando. Fuera de sus países, trabajando para empresas francesas o alemanas en el extranjero, acumulan poco a poco una experiencia y capacidad de toma de decisiones que al español le llevará mucho más tiempo, en su país, en estructuras mucho más jerarquizadas y verticales.
Lo que debería haberse normalizado desde hace ya mucho tiempo, hoy lo obliga la crisis. Y nuestro análisis acaba concluyendo que es una fuga de cerebros...pues para nada. De fuga de cerebros, en muchos casos, nada. Viajar al extranjero, vivir fuera de España, trabajar obligado a hablar y perfeccionar otro idioma, echar de menos, convivir, aprender a priorizar, a organizarse...de eso mucho.

Emigrar es otra cosa.

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