miércoles, 31 de octubre de 2012

Isidora y Chloé

Ayer había una misa.
Voy poco a misa, pero ayer era en homenaje a la tía Isidora, hermana de Juliana, tía de María, madre de Emilio y Pakito. Y fuimos, obviamente.
Después de los saludos y abrazos frente a la iglesia, en Pinto, y de pequeñas bromas y conversaciones, decidimos entrar.
Isidora perdió hace dos años al tío Chato, después de luchar los dos, ella y él, durante años, contra su enfermedad. Y tía Isidora, que también andaba pachucha ya, aguantó como una leona hasta que la vida de su marido se le fue. Y con ella empezó a írsele la suya, cansada de luchar. Y Emilio y Pakito que lo veían y que lo vivieron, fueron preparándose poco a poco para algo tan difícil como ser testigos de la tristeza de una madre.
Los Pantaleón y los Salvatierra, unidos por los Terrón, forman un clan, son una tribu especial. Que han heredado de sus padres y abuelos las costumbres familiares de asistirse, de apoyarse, de acompañar, de estar.
Y ayer estaban. Estábamos.
Y una vez dentro de la iglesia, silenciado el móvil y localizado el banco donde sentarse, me dirijo a él, solemnemente, y me siento. Compruebo, confieso, una última vez la pantalla y veo la señal del whatsapp.
Lo abro y veo una foto.
En un hospital de Sao Paulo, Chloé, la hija de Gilles y Gabi, la nueva hermanita de Daniel, estaba aún sin limpiar y después de 14 horas de parto en los brazos de su padre, pequeñita, con los ojos cerrados.

Emilio conoció a Gilles y Gabi en nuestra boda, en Portaje. Y allí Gabi sintió que estaba embarazada.

Otra vez estas malditas conexiones...

Gilles, que viene de mi pasado en otro continente.
Gabi, que viene del presente y del futuro de Gilles.
Emilio y Portaje.
Mi boda y Portaje.
Los Pantaleón y los Salvatierra.
Portaje, Isidora y todos despidiéndola.
Una iglesia en Pinto (Madrid) y un hospital en Sao Paulo (Brasil).
Y Chloé, naciendo en ese preciso instante, a más de diez mil kilómetros de distancia.
Una hija que llega y unos padres llorando.
Una madre que se va y unos hermanos llorando.

Emilio me contó el día del tanatorio que con lo que se quedaba de las últimas noches en vela era lo que compartió con Pakito. Esos momentos mano a mano, de dos hermanos incondicionales, y lo bonito que fue.
Seguramente eso les dejó Isidora como último regalo.
Ésos que sólo saben hacer las madres.

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