No entiendo muy bien con qué deberían combinar las mesas de una terraza de bar.
La mesa en que me encuentro está cubierta por un mantel de plástico naranja. Las dos mesas que están a mi izquierda también. Y las tres de la derecha completan una perfecta fila de puntos naranjas dispersados en la acera.
Para acceder al bar al cual pertenece la terraza se debe cruzar una callecita de unos dos metros y medio de ancho y la acera que la sigue. En total deben ser como cuatro metros. La fachada del local es de un color verde muy claro, tan claro que se podría decir que se hizo sin ganas. Una de las puertas, la de entrada, es de color azul marinero, así que de momento no se ve nada naranja.
Debe haber algo naranja seguro. Los bares, hoy día, son muy conceptuales, y no dejan nada al azar.
Este fin de semana he estado buceando en mi pasado, y este escrito lo encontré en una agenda del año 2003. Hacía cuatro meses que no escribía nada, ni ganas que tenía, pero este escrito en una hoja de una agenda que no-sé-por-qué conservo (sí lo sé...) me las ha devuelto.
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