Aquel día Andrés tenía 11 años.
Imagino que los tenía aquel día y algunos días más, pero como desconozco la fecha de su cumpleaños, me limitaré a asegurar el único dato que tengo.
Aquel día, pues, Andrés tenía 11 años.
Y como hacía todos los días, se desplazó de madrugada desde su pueblo hasta el pueblo principal de la zona a abrir el comercio en el que trabajaba.
Su pueblo se llama San Juan Chamula (cualquiera que haya entrado en su iglesia y no haya podido evitar emocionarse ya puede hacerse composición de lugar). Y el pueblo principal de la zona es San Cristóbal de las Casas.
Aquella mañana, cuando se acercaba a su trabajo, se cruzó con más gente de la habitual. Aunque lo preciso sería indicar que fue aquella gente la que se cruzó con Andrés, puesto que se desplazaban a paso rápido e incluso corriendo, con los ojos muy abiertos, resoplando y con expresión de auténtica tensión.
Cuando Andrés consiguió que alguien se detuviera le preguntó si ocurría algo.
"Están en el centro! Hay muchos! Nos van a matar!"
Andrés no entendía nada, así que decidió que no iba a ponerse a correr ni regresar a su pueblo, abrió el comercio como hacía cada día, y una vez entraron algunos de los que corrían y otros que como él no entendían nada, cerró la puerta y la verja metálica.
Poco a poco fue tomando conciencia, bien por el contagio del miedo ajeno bien por las informaciones que le llegaban, de que la situación no iba a ser agradable. "Diosito, por favor, nos van a matar, Diosito, por favor, nos van a matar, Diosito, por favor, nos van a matar..."
Eso es lo que sintió la gente de San Cristóbal de las Casas la madrugada del 1 de enero de 1994, cuando el EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) tomó el zócalo y el Gobierno Municipal. Y eso es lo que debieron pensar los habitantes de las cabeceras municipales de Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán y Chanal.
El secreto con que se llevó toda la operación cogió de improviso a la gran mayoría de los habitantes de Chiapas.
Empezaba aquel día el mito del Subcomandante Insurgente Marcos.
Antes de aquel día, según cuenta Andrés, los indígenas de San Juan Chamula eran tratados por los mestizos como seres de una categoría inferior. Cuando iban al mercado de San Cristóbal, si los veían caminando por la vereda los empujaban hacia la carretera, si golpeaban fortuitamente a alguien al caminar entre los puestos ambulantes les robaban la mercancía, eran escupidos, golpeados, extorsionados. Y según Andrés el indígena de Chamula (como supongo que los de otras muchas poblaciones), que había vivido esa situación desde toda la vida y desde hacía muchas generaciones, la había naturalizado. No le gustaba, pero no imaginaba la vida de manera diferente pese a que desde la Constitución de 1814 se consideraba que la ley debía ser igual para todos o que según los "Sentimientos de la Nación" de Morelos de 1813 se proscribía la esclavitud y la distinción de castas. Habían pasado 3 años de la independencia de México.
Y según sigue explicando Andrés, la verdadera admiración que siente el pueblo indígena mexicano por el Sub o por el EZLN nace por la devolución de la dignidad que su levantamiento generó. Hoy, casi veinte años después, siguen en la selva, vigilantes, promoviendo la defensa y el conocimiento de las culturas indígenas, sus lenguas, sus costumbres, sus tradiciones, su organización política.
Gracias al impacto mediático de aquel 1 de enero de 1994 y al interés que hubo a partir de ese día en todo el mundo por su causa, hoy se organizan congresos, intercambios, cursos de formación en los que se enseñan esas lenguas, esas costumbres, esas tradiciones. Hoy existen escuelas indígenas donde se enseña el tzotzil o en tzeltal. Hoy en San Juan Chamula la figura del policía comunitario (el equivalente a un mediador familiar o laboral) es clave en cada una de las comunidades. Y su organización paralela al gobierno municipal funciona de forma independiente y complementaria. Y Andrés ha podido terminar Antropología y se encuentra en medio de su maestría, que tratará sobre la numerología prehispánica y su utilización en los tejidos. Y también puede impartir clases de tzoltzil, como viene haciendo desde hace cuatro años.
Y hoy, cuando algún Andrés sufre algún encontronazo en el mercado de San Cristóbal, ya no baja la cabeza.
Poco imaginaban que aquella madrugada de hace casi veinte años aquellos encapuchados no sólo no iban a matarlos, sino que iban a devolverles sus vidas.
Poco imaginaban que aquella madrugada de hace casi veinte años aquellos encapuchados no sólo no iban a matarlos, sino que iban a devolverles sus vidas.
Por cierto, Andrés tiene un grupo, una banda, de música tradicional chamula. Se llama Yajvalel Vinajel, y él toca el arpa tradicional. Aquí aparecen junto a Natalia Lafourcade y Emmanuel del Real (de Café Tacuba), en la banda sonora de la película "Hecho en México"
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