martes, 29 de septiembre de 2015

Arturiano Masoy


Arturiano Masoy nació biológicamente a mediados de los años 50.
Y para la política a principios de los años 80, cuando tenía unos 26 añitos.

Podría pensarse que era vocación...pero probablemente también que se trataba de una profesión a la que dedicarse, más allá de que era licenciado y podría haber ejercido perfectamente de aquéllo para lo cual había estudiado.
De familia conservadora, él vio ahí un sueldo fijo, una carrera, un futuro.
Y a ello dedicó su tiempo, su cuerpo y su alma.
Aunque vio rápidamente que lo que se le daba verdaderamente bien era hacer el delfín. Tipo recto, previsible, ordenado, disciplinado y prudente, supo mantenerse durante años en el partido, esperando su momento, a la sombra del gran líder. 
Fue ascendiendo poco a poco, sin prisa ni pausa, asumiendo cargos cada vez de más responsabilidad. Ahí invertía su tiempo.
Obediente, seguía a pies juntillas el argumentario del partido y de los gobiernos en los que participaba creyera o no en ellos. Ahí perdió su alma.

Hasta que llegó su momento...
Hasta que el líder lo eligió como eligen los líderes, con la punta del dedo.
Y se convirtió en candidato.
Pero cuando Arturiano pensaba que ya lo tenía cerrado, que ya estaba hecho, que su tiempo había llegado, que finalmente lo había conseguido...tuvo que esperar dos legislaturas más.
Pobre.
Y pobres el resto.
Porque esa injusticia se la haría pagar al destino con creces. Era su momento y se lo habían robado.
Y dedicó esas dos legislaturas a ejercer una oposición vengativa, irresponsable, amenazadora, tensando cada vez más y más la cuerda, llevando al país a un estado de crispación insufrible.

Y llegó la crisis.
El destino de nuevo había estado jugando con Arturiano.
No se valía! No se valía!
Él, que quería ser recordado como un gran presidente, tenía que ver cómo la gente se manifestaba día sí y día también por su política de recortes...qué esperaban que hiciera? Él, que hubiera querido, ocho años antes, inaugurar tramos de AVE, autovías, hospitales, guarderías, museos, escuelas concertadas...se veía o-bli-ga-do a emprender la vía de la austeridad. Él, tan austero siempre. Él y su partido, tan austeros siempre...
Ahí es donde fue dejándose el cuerpo.
Y ahí es donde se plantó, donde decidió que nada ni nadie le podría bajar de su sillón de presidente hasta que él hiciera lo que había venido a hacer. Conseguir la gloria, ser leyenda.

Pero si Arturiano siempre fue muy tozudo, la realidad lo es más aún. Y todo parece indicar que hay posibilidades de que su paso por la política esté llegando a su fin.
Que haya sido sin gloria y con mucha pena.
Que detrás de él deje un país más empobrecido, más polarizado, más tenso...

Él que siempre había sido tan prudente.


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