jueves, 11 de febrero de 2010

aparejando (17). el bomba

Luis es un carpintero muy concienzudo y canoso. De los de antes. No tiene alma de comercial ni cara afable.
En su pueblo le llaman El Bomba y ahora que lo pienso aún no le he preguntado por qué.
Sonríe de vez en cuando y por lo general de forma socarrona.
Como buen carpintero te extiende la mano al saludarte y tú sientes en la parte posterior de tus dedos índice y corazón, al extrecharla, cómo los suyos faltan. Pero eso no es impedimento para que coja el lápiz y haga un par de trazos expertos que te permiten entender lo que te está explicando.
O como mínimo intentar entenderlo.
No es fácil, porque Luis es más de serrín que de papel en blanco, más de sierra y cepillo que de planos. Aunque los necesite.
Y si me apuráis os diré que Luis es más de miradas y gestos que de palabras.
De hecho cuando intenta explicarse yo casi nunca consigo entenderle.
Y eso me ha llevado a pensar que no sé escuchar.
O que mi impaciencia me puede.
O que simplemente mis conocimientos sobre carpintería son muy escasos.

Por suerte y compartiendo estos análisis con Jorge (el encargado) e Izabela (la arquitecta) me he dado cuenta que no soy el único a quien esto ocurre.

Luis quiere tenerlo todo atado y bien atado. Cada detalle por nimio que parezca, para él es vital. Y para eso puede llamarte del orden de 8 a 10 veces en un intervalo de media hora.
Eso desgasta, y me predispone al enfado.
Aunque sé que debo ser paciente.

Cuando tengo a Luis enfrente no es mejor.
Yo empiezo a hablar, o a contestar a alguna cuestión planteada por él.
Mi discurso puede durar un par de minutos en los que de forma imperceptible mi tono va subiendo poco a poco y no consigo darme cuenta hasta que Luis me para y dice:
"Tampoco hace falta que me grites, Carlos"
Entonces me doy cuenta que mis últimas frases han sido casi gritadas, o gritadas sin más.
Y empiezo a recordar.
Y recuerdo cómo mientras yo hablaba Luis hacía lo propio. Y al hablar los dos al mismo tiempo, de forma inconsciente he alzado ligeramente la voz. Pero Luis no ha parecido darse por aludido y ha seguido con su perorata monocorde. Sin escucharme. Pisando mis palabras. De este modo he tenido que subir varios decibelios más, y así hasta que Luis me para con su frase antes referida.
Me puede.

En principio el lunes empieza a montar puertas en la obra.

O eso he creído entender...

No hay comentarios:

site meter