viernes, 18 de junio de 2010

aparejando (21). aprendizajes

Ya no hay vuelta atrás.
O sí...
Desde hace ya algunos años el teléfono móvil está completamente instalado en nuestra vida privada y profesional. Empezó conquistando la profesional, por eso de que "va muy bien estar conectado", "todo es más inmediato", "estás localizado permanentemente" y otras mandangas.
Aunque he aceptado su utilización con mucha naturalidad, siempre la he mirado de reojo, desconfiadamente. Algo no acababa de encajarme, al margen de la falta de privacidad o de la desaparición de la posibilidad de, precisamente, desaparecer.
En la construcción, hace sólo 12 años, uno dedicaba un tiempo en la oficina a realizar llamadas. Qué expresión, eh..."realizar llamadas". Esta actividad consistía en coger el teléfono fijo, marcar el número fijo (adjetivo que no necesitaba ser especificado en aquel momento) de la persona y/o empresa con la que uno quería contactar, hablar, transmitir el mensaje y colgar. En el caso que la persona se encontrara ausente se le dejaba el recado y más tarde, con bastante seguridad, te devolvía la llamada. Pudiera darse el caso que en ese caso uno no se encontrara en la oficina y estuviera en obra, con lo cual se repetía la operación. Había obras lo suficientemente grandes (hoy también) como para aceptar el coste de una instalación de línea telefónica fija y fax en las casetas. Y entonces la comunicación se realizaba de forma más fluida.
Desde entonces, la irrupción del móvil ha sido impresionante. Una invasión. Y hace ya unos añitos que lo único que cambia es el modelo y las prestaciones, que no es poco.
Pero todo el mundo tiene uno. O dos.

Una obra hoy en día es, entre otras cosas, una sinfonía de móviles sonando y conversaciones que se acumulan. No únicamente por parte del jefe de obra o el encargado, sino de todo aquél que esté en la obra.
En una obra participa mucha gente. Y muchas empresas. Cada empresa subcontratada tiene su capataz, y éste tiene que supervisar los trabajos que la empresa realiza.
Y el capataz lleva móvil.
Y los operarios de cada una de las empresas subcontratadas llevan móvil.
Llevan móvil los peones.
Llevan móviles los albañiles.
Llevan móviles los cerrajeros.
Los carpinteros.
Los yeseros.
Los electricistas y los fontaneros.
Llevan móviles los estucadores.
Y también los soladores.
Pedro y Joaquín llevan móvil.
Y el cerrajero del pequeño taller también.
El bomba lleva móvil.
Y sus hijos que trabajan con él también.
Y todos los móviles suenan
Y suenan...
Y todos contestan sus móviles.

Y lo hacen mientras están aplomando una pared de ladrillo.
O mientras están haciendo una maestra para enfoscar.
O mientras dosifican la cal, el polvo de mármol y el agua para los estucos.
O mientras toman medidas, metro en mano, de algún elemento determinado para llevarlas al taller y allí fabricarlo.
Y el móvil puede estar en una mano, o entre la barbilla y el hombro. O incluso algo mejor: al lado y en modo altavoz...
Y así no dejan de trabajar mientras hablan. O eso creen: que no pierden tiempo...
Mientras atienden a alguien, a algo. Importante o no. No se sabe...
Yo no lo sé.
Ni me importa.

Y así se dan fallos, cada vez más a menudo. ¿Por otras razones? Pues también.
Pero nadie me va a convencer ya de que el móvil no produce errores, porque es imposible estar concentrado en una conversación y en un trabajo que a veces requiere mucha finura y precisión.
Entonces hay que volver a repetir trabajos ya realizados, o piezas mal fabricadas. Entonces quizás piensan que uno es demasiado exigente o injusto por reclamar la calidad pactada. Y entonces ya empiezan a pensar que han perdido el tiempo porque tienen que hacer de nuevo algo ya hecho.
Así que a partir de la próxima obra todo aquél que quiera entrar a trabajar deberá desconectar su móvil.
Habrá quien se rebele.
Habrá que solucionarlo...
Pero si son cosas urgentes mi teléfono estará disponible y ya trasladaré el recado a quien corresponda.

Como antes.
¿Ya no hay vuelta atrás?
Quizás sí...

3 comentarios:

Aymón dijo...

Conozco una empresa (DSM Neoresins) de Parets del Vallès que obliga a proveedores y terceros, a dejar el móbil en portería. Los teléfonos de contacto de la empresa proveedora deben figurar en el plan de servicios. Tal cual. Durante los servicios en la planta, no hay comunicaciones sin permiso expreso, o hay que salir a la calle, y no es una planta precisamente pequeña.

carlinhos dijo...

Pues me parece una medida espectacular. Estamos hablando de país poco competitivo y andamos todos hablando por el móvil mientras curramos. Buena medida! Gracias Aymón

Emili Manrique dijo...

Yo tengo otra...el móvil en las reuniones y en las visitas de obra!. Esa extraña sensación que tienes cuando entre todos está a punto de salir una idea brillante y zas!...Politono...Todo al traste!

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